10 de junio de 2005

Vicente dijo

Voy a empezar yo.
Me parece divertido.
Voy a comenzar recomendando el libro que más me ha gustado últimamente, el '2666' de Roberto Bolaño. Tiene más de mil páginas y dan ganas de que no se acabe. También os recomiendo un ejercicio muy interesante: ver primero la película 'Eyes wide shut', la obra póstuma de Stanley Kubrick (la de la escena tórrida entre Cruise y Kidman antes de separarse) y después la novela corta 'Relato soñado', de Arthur Schnitzler, de principios del siglo XX, en el que está basada esa película. Dos maravillas (aunque a la película le llovieron muchas críticas, no estoy nada de acuerdo).
Hasta pronto.

ROBERTO BOLAÑO

STANLEY KUBRICK
7/6/05

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Vila Matas ha dicho que con la muerte de Bolaño
se inicia una leyenda. Esa leyenda, creo, se
había iniciado un poco antes. No fue casualidad
que, cuando a varios escritores de mi generación
se les preguntó por el escritor que ellos
consideraban el referente imprescindible de la
nueva narrativa, todos -narradores tan disímiles
como Rodrigo Fresán o Jorge Volpi- coincidieron
en nombrar a Roberto Bolaño. Y por ello Bolaño
fue invitado al encuentro de Sevilla, y asumió
su rol con la naturalidad del escritor que
aprecia pocas cosas tanto como ser leído y
respetado por otros escritores. Nos decía que
pertenecía más a nuestra generación que a la
suya propia, y eso acaso no era cierto pero
igual nos conmovía.
Recuerdo a Bolaño como un provocador nato,
alguien que escuchaba nuestras ponencias para
luego encontrarles el lado flaco y atacarlas; si
no encontraba un punto débil, igual se lo
inventaba para luego arremeter. Era su forma de
relacionarse con el mundo; nos contaba que
no podía entender las discusiones que provocaban
sus declaraciones en Chile, y que a veces se
inventaba frases polémicas por el puro gusto de
ver qué pasaba una vez tirada la bomba. Su humor
era negro y muy
extraño y corrosivo y a la vez había algo de
cariño en sus palabras. Había que entender que,
para Bolaño, todo era literatura y lo demás poco
importaba. Una noche, nos quedamos en la terraza
del hotel contándonos chistes; Bolaño contó
veinte versiones del mismo chiste: una versión
dialogada, otra con narrador en tercera persona,
otra en monólogo joyceano… Le pedíamos que por
favor la parara, pero a la vez nos quedábamos
esperando su nueva versión. Me reí mucho esa
noche.
Bolaño es autor, entre otras cosas, de "Los
detectives salvajes", una gran novela que me
venció -prometo volver a intentarlo, Roberto--,
de dos novelas cortas magistrales -"Estrella
distante" y "Nocturno de Chile"--, y de dos
magníficas colecciones de cuentos -"Llamadas
telefónicas" y "Putas asesinas"--. De toda su
obra, me quedo con sus novelas cortas. En ambas,
se asoma como pocos al horror de las dictaduras.
Nadie ha mirado tan de frente como él, y a la
vez con tanta poesía, el aire enrarecido que se
respiraba en el Chile de Pinochet: ese aire en
que el siniestro personaje de "Estrella
distante" escribía sus frases y versos desde una
avioneta. En "Nocturno de Chile", Bolaño hace
suyas algunas anécdotas de la dictadura: las
sesiones de tortura en el sótano de la casa de
Robert Townley, agente de la DINA y asesino de
Letelier, mientras en los salones de la gran
casa se llevaban a cabo las veladas literarias
de su esposa; las clases de marxismo que tomaron
los militares de la
junta, para saber cómo pensaban sus enemigos. En
esa obra maestra, se encuentra una lúcida
reflexión sobre las perversas relaciones que
existen en América Latina entre el poder y la
letra. Nuestros intelectuales han terminado más
de una vez seducidos por el poder
(¿García Márquez, anyone?). Se han escrito
grandes, fascinantes -y fascinadas- novelas
sobre el dictador latinoamericano, pero muy poco
sobre esa figura a su sombra, el amanuense de
turno, el intelectual
cortesano, el que le escribe los discursos al
gran hombre. Bolaño, en "Nocturno de Chile", nos
muestra de una vez por todas y para siempre la
podredumbre de nuestras sociedades letradas
cuando se trata de su relación con el poder.
El sábado en que se clausuró el encuentro,
Bolaño compró el diario francés Liberation y
descubrió que, con motivo de la aparición en
Francia de "Putas asesinas" y "Nocturno de
Chile", el suplemento literario le dedicaba nota
de tapa y dos páginas interiores. Sus obras
comenzaban a traducirse, su influencia secreta
comenzaba a hacerse visible; después de muchos
años en la sombra, estaba viviendo su gran
momento y se sentía seguro de lo que hacía y
decía. Era arrogante, acaso porque sabía que
tenía una obra que lo defendía. En pleno fervor
creativo, tenía escritas 1.400 páginas de su
novela "2666" (nos dijo
que le faltaban alrededor de doscientas páginas
para terminarla).
Ahora que Bolaño ha muerto debido a una
insuficiencia hepática -algo tan vulgar, decía
él, que las musas ni siquiera se enterarían--,
esa novela inconclusa pasa a formar parte de su
leyenda. La leyenda de alguien que fue a la vez
nuestro contemporáneo y maestro.

Edmundo Paz Soldán. Escritor boliviano, autor
entre otros libros de Amores Imperfectos, Río
Fugitivo y La Materia del Deseo.

10 de junio de 2005, 10:23 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sr.Vicente, qué interesante lo que dice.
No podría por favor decirnos algo más del libro de Bolaño?

11 de junio de 2005, 6:53 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Algo más sobre el libro de Bolaño: pensaba ponerme a escribir, pero recordé esta crítica de Andrés Ibáñez en ABC, con la que coincido desde la primera hasta la última coma. Reproduzco sus palabras.

La noche avanza como un cojo por el este

2666
Roberto Bolaño
Nota a la primera edición de Ignacio Echevarría Anagrama. Barcelona, 2004 1.125 páginas, 33 euros

Recién salido de la lectura de 2666, emergiendo como un ajolote o como un celacanto superviviente de sus espesas y especiadas aguas, aguas oscuras, aguas translucentes, sintiéndome viejísimo y renacido al mismo tiempo, tembloroso y asustado, feliz, cansado, soñoliento, abrumado ante tanto talento, inquieto de mirar mi propia sombra, dudoso de los espejos y también del arte de guiños de esos otros espejos, los libros, ¿cómo escribir una crítica, cómo ser sensato, cómo valorar, cómo dar cuenta del ciclón en el momento en que se aleja de la costa y uno solo puede empezar a tocarse el cuerpo para asegurarse de que tiene todos los huesos en su sitio?

De lo que no cabe duda es que nos hallamos ante la obra de un genio: una obra de inmensa lucidez e inmensa sabiduría narrativa, escrita con una mezcla única de felicidad creadora e íntima desesperación existencial, la obra de un maestro absoluto cuya voz posee la autoridad y la aparente ausencia de esfuerzo que solemos asociar con los grandes clásicos consagrados por los siglos, y cuyo verbo nos impulsa, ya desde las primeras frases, a una lectura insaciable cuyo interés no decae ni por un momento a lo largo de sus majestuosas mil cien páginas largas.

Nada al azar
2666 es un libro prodigioso por tantas razones que apenas hay espacio para enumeradas. Al leer esta obra vastísima uno tiene la sensación de que nada está dejado al azar y de que no sobra ni falta una sola frase: al mismo tiempo, la novela es una especie de Mil y una noches, un centón lleno de historias, novelas cortas, cuentos dentro de cuentos, narraciones de la más diversa índole, de amor, de guerra, de humor, de ciencia-ficción, de crímenes, de horror, de metaficción, de sueños (el recuerdo de La vida, instrucciones de uso viene de vez en cuando a la cabeza) que proliferan como las hojarascas de una selva tropical y que parecen caérsele a Bolaño de los dedos como en una lluvia de inspiración incontenible.

Dos centros asimétricos y disímiles, dos planetas, uno de ellos un aerolito, el otro un planeta gigante gaseoso y sombrío, giran en torno de un misterioso y oscuro sol central. Ésta es la molécula a partir de la cual se genera el fractal fascinante de 2666. Los dos planetas disímiles son un hombre y una ciudad, los dos enigmáticos: un escritor alemán llamado Benno von Archimboldi del que no existen fotografías y a quien nadie ha visto jamás y una ciudad del norte de México, Santa Teresa.(trasunto apenas velado de Ciudad Juárez) donde desde hace años se vienen produciendo una serie interminable de asesinatos de mujeres, que son raptadas, violadas y torturadas y cuyos cadáveres aparecen en los basureros de la ciudad ante la desgana y la desidia oficial y policial. En torno a estos dos centros se entrecruzan cinco novelas consecutivas que están todas interrelacíonadas pero no se completan ni cierran el círculo ni clausuran nunca el gran enigma central, el sol negro en torno al que todo gira, ese enigma al que parecen asomarse muchos de los personajes y que a veces creen haber descubierto en un relámpago de revelación que en seguida les abandona, el enigma del mundo, el enigma del hombre, el enigma del mal.

Distancias infinitas
Novela de distancias infinitas, la que va del aerolito al gigante gaseoso, la que va de la crítica a la literatura, la que separa el mundo de aviones, congresos y publicaciones especializadas de los cuatro eruditos (Pelletier, Morini, Espinoza y Norton) de la vida errante y algo sórdida del autor que tanto les obsesiona, distancia insalvable entre la «literatura» y el acto vital que es escribir para el que escribe. Novela de distancias infinitas: la distancia inmensa que hay entre el primer mundo y el tercero, entre la plácida Europa y el salvajismo y la violencia y el machismo y la corrupción en que se hunde México y, por extensión, Latinoamérica y el tercer mundo y el mundo «en vías de desarrollo», un mundo sin ley ni esperanza que parece sumido en una orgía de violencia, tortura, crímenes y decadencia sin límites. Distancia entre la literatura y la vida, entre el arte y la realidad, la misma distancia que existe entre las dos últimas novelas, en la que ambos planetas, el de Santa Teresa y el de Archimboldi, parecen estallar y convertirse en estrellas. La parte de los crímenes cuenta con detalle de crónica periodística o informe policial los asesinatos de cien mujeres, uno por uno, en la ciudad de Santa Teresa, en una una especie de interminable marcha fúnebre recorrida por los hilos de las tramas de diversos personajes secundarios (un periodista, un policía judicial enamorado de la directora de un psiquiátrico, una médium, una diputada feminista, etc.) pero que es realmente una novela sin personajes cuyo auténtico protagonista es la muerte, la desolación anónima del basurero y del cementerio.

Y-al lado de esta novela-reportaje sin personajes, al Iado de esta incursión en lo que los antiguos llamarían «historia», es decir, el recuento de los hechos reales y el encontronazo brutal con lo más sórdido de la actualidad, la última novela, quizá la más hermosa de todas, La parte de Archimboldi, donde se cuenta la vida del misterioso autor germano en una explosión de imaginación que nos lleva por los bosques y las guerras de Europa, por la Alemania nazi y por la URSS estalinista, realidades a las que Bolaño sólo puede acceder mediante esa máquina mágica que llamamos imaginación creadora.

Literatura LIBRE
Dos planetas, dos centros disímiles, pues, que son los mismos que mueven y han venido siempre moviendo la literatura de Bolaño: esa mezcla aparentemente imposible entre pasión visceral, experiencia desnuda, marginalidad y violencia, junto con todo el refinamiento de una escritura intensamente literaria, claramente posmoderna devota de constantes juegos (como las largas e inexplicables páginas dedicadas a los lapsus calami de diversos escritores, casi al final de 2666), que instaura definitivamente en nuestras letras, ¡por fin! la posibilidad de una literatura libre que establece sus territorios mas allá de los géneros y fuera de las decorosas clasificaciones académicas.

Es imposible leer este libro sin sentir que el suelo se mueve bajo nuestros pies. Es imposible adentrarse en una escritura de tal exigencia sin sentirse movido interiormente por un temblor de alarma, de horror quizá, pero también de necesidad de atención, de deseo de lucidez, de necesidad de realidad. Con esta novela última Bolaño lanza al mundo, antes de abandonarlo, un desgarrador grito de amor y de miedo, una inmensa pregunta cuya respuesta sabe bien que nadie sabe. El centro de 2666, una fecha futura arbitraria en la cual todo lo que ahora existe sólo será cenizas (pero también la cifra de la Bestia, 666, en el tercer milenio), ese sol negro que seria la explicación de todo, parece hallarse enterrado en lo más hondo de un inmenso basurero que es al mismo tiempo un campo de batalla y una fosa común. Un basurero donde aparecen cuerpos de niñas muertas que nadie se molesta en reclamar, el anuncio fúnebre de un época posthumana que avanza igual que «la noche avanza como un cojo por el este» de una de las raras pero estremecedoras imágenes de este libro, para deshacer todas nuestras esperanzas infundadas.

09 de julio de 2005, 4:02 p. m.  

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